
En este post queremos contarte la curiosa historia de la pluma estilográfica. Antes de empezar a utilizar las plumas para escribir, los textos eran de arcilla y cera con estiletes. Debido a que las tablas de arcilla eran pesadas y quebradizas y las de cera no duraban mucho se buscó otra opción. En la búsqueda llegó el cálamo (material similar a la caña) y este fue utilizado en la época del imperio romano.
Ya que el cálamo se desgastaba rápido, se hizo otra búsqueda, llegando así a las plumas. La primera pluma que se utilizó como elemento de escritura fue la pluma de ave, de allí viene su nombre. La pluma se trataba para su uso y se aprovechaba su “canal hueco” para sostener la tinta.
En 1827 el inventor Petrache Poenaru patentó la pluma estilográfica, la cual se desarrolló a partir de una gran pluma de cisne. Aún así, se necesitó unos años más de innovación hasta llegar a hacerse popular.
En 1850 se fabricó la primera pluma con depósito de caucho duro y tinta de flujo libre. Luego en 1870 Duncan MacKinnon y Alonzo T. Cross inventaron una variante de la pluma, la cual llevaba un alambre en tubo con válvula para la tinta. Sin embargo, todas estas plumas se llenaban con cuentagotas.
Todo cambió en 1883, Lewis Waterman se dio cuenta que las plumas estilográficas de la época no tenían control sobre el flujo de tinta y esto provocaba fuga. A raíz de esto, Waterman mejoró la pluma ya existente con un sistema de carga capilar con el fin de no derramar tinta.
Desde entonces, el mercado de las plumas estilográficas se volvió masivo. La pluma estilográfica se estableció como producto general de escritura, y desde su invención hasta hoy, se ha utilizado para escribir la historia.
Cuentanos, ¿Conocias la historia de la pluma estilográfica?
Fuente: iguanasell.es