Elsa Peretti revolucionó la joyería contemporánea de la mano de Tiffany & Co., fue filántropa y un icono de estilo. Peretti creó de un hueso la pulsera más famosa del mundo.
Llegó a Barcelona huyendo del encorsetamiento y del aburrimiento que rodeaba a la clase alta de su Roma natal. Allí comenzó a relacionarse con la gauche divine, los intelectuales y artistas que creaban sin cesar y en comunidad como forma de resistencia al franquismo.
Cuando se marchó a Nueva York ya empezaba una incipiente obsesión con las joyas y allí empezó todo. Su carrera como una de las diseñadoras de joyas más influyentes del siglo XX, pero también su mito.
Elsa comienza a diseñar joyas para los desfiles de Giorgio di Sant’ Angelo y a colaborar estrechamente con el que ella llamaba su “compañero de vida”, Roy Halston, uno de los creadores de moda más influyentes de los setenta.
En 1974 conoce a Henry Platt, presidente de Tiffany & Co y a partir de ahí todas las mujeres que no se sentían atraídas por la joyería empezaron a llevar piezas de Elsa. Su leyenda fue creciendo a medida que lo hacía su trabajo. En sus más de 40 años colaborando con Tiffany & Co. diseñó absolutamente de todo: joyas y decoración en plata, cristal o porcelana.
A sus 80 años, Peretti no paró quieta. Ideó una reforma en el teatro que fundó en Barcelona, Akadèmia, para que los actores y el público pudieran seguir encontrándose en esta nueva normalidad y se involucró activamente con distintas organizaciones que apoyaban el acceso a la educación y a la salud.
Durante el cambio de siglo comenzaron a llegar los premios y una cátedra con su nombre en el Fashion Institute of Technology de Nueva York. Y Peretti abría una fundación con su nombre y el de su padre para invertir su herencia en ayudar a los demás.
En los 20 años de andadura de su fundación, desembolsó más de 56 millones de euros financiando más de 1.000 proyectos en 80 países. Solo en Cataluña invirtió cerca de 5 millones en 56 iniciativas diferentes.
Fuente: elpais.com
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